martes, 12 de noviembre de 2013

De las últimas tengo... de las últimas - Orlando, Estados Unidos

Ha llegado el momento de comportarme como una mujer estándar: o dicho de otra forma de emocionarme por ir de shopping.
Así que sin más preámbulos me sumerjo en el Premium Outlet.

Realmente es todo tan barato que cuesta controlarse; salimos de las casas con varias bolsitas que vamos dejando en la valija del auto cuando se tornan inmanejables.

Nike, Puma, GAP y Osh Kosh son las que se ganan el desembolso mayor de dolarillos y Juli claramente sale favorecida en la repartija: el 90% de las compras son para ella.
Naiki
Almorzamos con la nostalgia de todo aquel que se le acaban las vacaciones y aprovechamos a descansar un poco antes de buscar algún chiche para la pequeña, que (por más ropa que le llevemos) es a lo único que va a darle importancia.

Después de un par de horas de cartelitos de sales estoy saturada: mi dosis anual de consumismo ya está completa y me quiero ir.

Arrancamos con tiempo para el aeropuerto, no queremos tener más sorpresas con los vuelos.

Hacemos una parada previa para cargar nafta ya que tenemos que devolver el auto con el tanque lleno. Nunca sabemos qué hacer en las estaciones de servicio, acostumbrados a pedirle al pistero es raro autoabastecerse de combustible.

Unos minutos más tarde llegamos al aeropuerto, entregamos el auto sano y salvo y respiramos aliviados de no tener que haber hecho uso del seguro.

May I help you Miss?
Nos disponemos a matar un poco el tiempo cuando veo que hay una tienda oficial de Universal Studios.

Y no lo pienso dos veces... es la única oportunidad que tengo para intentar cambiar mi remera de Harry Potter.

Normalmente soy talle M, pero en este caso la M era de matambre: ese bucito me estallaba y me di cuenta recién al probármelo en el hotel.

Así que ni corta ni perezosa desarmo el carry-on en medio de la tienda buscando la prenda.
El hombre que atiende se pone un poco nervioso debido a mi comportamiento poco habitual y sutilmente me pregunta si me puede ayudar en algo.

Le explico la situación y con tal de que no le siga sacando la ropa sucia y haciendo una pilita con ella accede a hacer el cambio sin siquiera pedirme la boleta.

Me dice que usualmente hacer un cambio de este estilo lleva bastante papeleo, pero que en este momento él se encuentra sólo y que mejor lo hacemos así. Me encanta ver a los yankees fuera del procedimiento habitual: ellos hacen todo según un manual que le implantaron en un chip cuando nacieron y quedan desorientados al desviarse de las normas establecidas.

Hora de la partida: adiós Orlando... tengo la sospecha y la esperanza de que te volveré a ver algún día.

Un ratito después estamos aterrizando en Miami para poder realizar el último trayecto, el que nos devuelve al paisito: ¡Uruguay allá vamos!

Estoy tan cansada que me duermo antes de que despegue el avión. Son casi 9 horas de vuelo las cuales pasan entre cena, siestas, ejercicios anti-trombosis y desayuno.

El tren de aterrizaje toca la pista y aplaudo contenta. Sí, soy de las que aplauden cuando el avión llega a destino. La mayoría de las personas no le dan mucha importancia a este episodio. Yo en cambio lo considero algo no menor: estuve a miles de metros de altura durante horas y acabo de sobrevivir, razón más que suficiente para aplaudir sonriente.

¡Estoy tan contenta de haber llegado! En un ratito no más, voy a estar llenando de besitos a Juli.

Mientras vamos en el taxi camino a casa comienza el partido: hoy juega Uruguay contra Jordania por el repechaje. Es el primer partido y somos visitantes. Como buena patriota que acaba de llegar a su tierra, canto el himno con la mano en el corazón detrás de la mampara.

Llegamos al hogar... Home Sweet Home.

Primero lo primero: prender la tele y a mirar el partido. Todavía no hay goles, pero no tardan en aparecer: ¡5-0! ¡Vamo' arriba Uruguay! La clasificación está a un paso.
Un ratito después de terminado el encuentro llegan los abuelos con Juli: besos y abrazos por todos lados.

Realmente parece que fue ayer que nos despedimos y la petit baby nos saluda como si nada fuera de lo común hubiera ocurrido en estos días.

Se queda loca de la vida con su colección de "My little Pony" y los miniones de "Mi villano favorito".
Ponys
Y así naturalmente volvemos de a poco a las tareas habituales. Podríamos haber elegido un destino de playa para descansar, pero en cambio decidimos volver exhaustos de nuestra escapada del mundo real.

Creo que fue la mejor opción por lejos; ya dormiremos en algún otro momento y mientras tanto... ¡que nos quiten lo bailado!

A veces para poder seguir siendo adultos hay que volver a ser niños un rato: reírse de cualquier cosa, tomar helados, ilusionarse con lo imposible, hacer algo que nos guste hasta el hartazgo y creer en la magia.

Por tanto, no tengo otra cosa que decir más que ¡misión cumplida!

¡Hasta la próxima!

- Fin -

Paracaidismo Indoor – Orlando, Estados Unidos

El despertador se escucha bajito, lejos. Parece que hace sólo unos minutos que lo puse pero ya son las 7:30.

Tenemos que estar en el aeropuerto a las 16, por tanto la idea de hoy es hacer shopping: bueno, eso es lo que piensa Nacho al menos. Con este panorama no entiende porqué insisto en que tenemos que levantarnos siendo tan temprano.

¿Será que Orlando hizo aflorar mi lado consumista? La realidad es que le tengo preparada una sorpresa: en la mañana tengo reservas para hacer paracaidismo indoor.

Nacho se viste con jean y camisa, mientras yo estoy de short y remera. Sutilmente le sugiero que se ponga un atuendo más cómodo; no tengo éxito. Creo que para el tipo de actividad que vamos a realizar no es la ropa más adecuada, así que le digo que confíe en mi y que se ponga otra cosa.

Para que trance tengo que decirle que vamos a hacer una parada antes de hacer shopping y finalmente acepta cambiarse.

Durante todo el desayuno me intenta sacar de mentira a verdad: sabe que soy capáz de cualquier cosa y se ve que está nervioso de qué suerte correrá esta vez. Yo mientras tanto lo único que estoy pensando es en que esta sorpresa salga bien y no como la del Monte Wilson.

En aquella oportunidad tenía todo pronto: durante meses estuve coordinando la visita para poder utilizar varias horas el mismísimo telescopio con el que se descubrió que el sol no se encuentra en el centro de la Via Láctea.

Recorrí virtualmente en Google decenas de veces el camino entre las montañas para saber cómo llegar al observatorio. Hasta había conseguido que una astrónoma del Caltech que hablaba español nos acompañara a desentrañar los misterios del cosmos ese día.

Pero hay veces que las cosas no son para uno: un mes antes del viaje el calor estival hizo estragos en Pasadena desencadenando incendios monstruosos que dejaron el observatorio al borde de la destrucción. Todos los días entraba al sitio web para ver la cámara del observatorio y contemplaba la triste realidad: humo por todos lados y el fuego avanzando descontrolado.

Mientras tanto Nacho en su ignorancia miraba en el informativo las imágenes del desastre sin demasiada preocupación: eso estaba pasando muy lejos de su realidad.

Por suerte después de esfuerzos extraordinarios lograron detener el fuego y el observatorio se salvó; lástima que quedó todo tan destruido que no había forma de llegar allí de manera segura. Los deslizamientos de tierra eran cosas de todos los días y había que reconstruir los caminos.

Y como si fuera poco los animales autóctonos tratando de sobrevivir habían decidido mudarse cerca del lugar. Ejemplo de ello era un oso que merodeaba las instalaciones para recuperar comida de los tachos de basura.

En definitiva otro ítem más para mi "bucket list".

Esta vez la operación es más simple: sólo lo tengo que llevar hasta iFly Orlando para nuestra última dosis de adrenalina.
En poco menos de veinte minutos llegamos y el dibujo del túnel de viento ya deja al descubierto el secreto: indoor skydiving.

Nacho se ríe sorprendido y trato de resaltarle la palabra indoor... al menos respira tranquilo de saber que no es paracaidismo tradicional.

Estamos expectantes, nuestro instructor está a punto de darnos las indicaciones básicas.
Túnel desde afuera
Parece que para sobrevivir ahí adentro tenemos que seguir 3 reglas. Como en el túnel no vamos a escuchar nada, tenemos una seña para cada una de ellas también.

La primera es chin up (mentón hacia arriba) y el gesto que lo indica es el dedo índice apuntando hacia el techo. La segunda es hold still (mantener la posición). Si uno anda haciendo movimientos bruscos lo más probable es que termine dando vueltas descontroladas. La seña asociada es ambas manos abiertas paralelas al piso. Y la última y más importante es que no importa lo que pase... siempre relax. El instructor nos saca una sonrisa mientras dice esto haciendo el gesto de hang loose.

Dado que tenemos controlada la tríada, nos explica cómo entrar y salir del túnel, cómo colocar los brazos y demás.

Ahora la parte divertida: nos vestimos con unos mamelucos, nos ponemos tapones para los oídos, casco y lentes. Antes de ponerme el casco el instructor me da una gomita de pelo para que me lo ate si es que no quiero tenerlo enredado el resto de mi vida.

La entrada al túnel de viento la haremos en dos tandas de dos minutos cada uno. Intercalados a nosotros volarán un par de profesionales: un instructor de paracaidismo y su alumna que está preparándose para ser instructora también.

Voy primera. Me paro en la puerta con los brazos cruzados en el pecho como si fuera una momia egipcia y me dejo caer hacia adelante al mismo tiempo que extiendo los brazos.

¡Volando!
Y a partir de este momento lo único que siento es "ssshhhhhhhhh" mientras el aire me golpea todo el cuerpo.

Automáticamente recuerdo la regla número 1, mentón arriba, y cuando la aplico empiezo a estabilizarme y a elevarme como por arte de magia.

Trato de mantener la posición para seguir elevándome: por momentos subo, pero cualquier pequeño cambio que hago hace que baje varios centímetros. El instructor me da ánimo y si caigo mucho él mismo me levanta agarrándome de las asas que tiene el mameluco.

Sí, parece que ahora sí estoy dominando el asunto... ya van varios segundos de corrido que no bajo y estoy a un metro del suelo. Pero el instructor me hace recordar la última regla... relax. Y en este momento recién me doy cuenta de que estoy toda dura y tensionada. Y hago lo que debí hacer desde el principio: me aflojo y floto. Empiezo a sentir una comunión entre el aire y mi cuerpo. Se cumplen los 2 minutos y salgo.

¡Esto está alucinante! ¡Ya quiero hacerlo de nuevo!
Ahora es el turno de Nacho y realmente es gracioso verlo ahí dentro. De a poco le va agarrando la mano y es increíble ver a semejante cuerpito elevarse como si fuera "peso pluma". Los dos minutos vuelan y ya está afuera también para dejarle paso a los profesionales.

¡Cuando lo hacen ellos parece tan fácil! Suben y bajan a piacere, giran, forman figuras.
¡Hacia el infinito y más allá!
Siento que estoy a años luz de poder lograr ese dominio.

Se viene la segunda vuelta; ahora al menos tengo los conceptos básicos dominados. Pero cuando pienso tener todo bajo relativo control el instructor me toma de los brazos y se pone a flotar conmigo. Y de pronto me empieza a elevar a toda velocidad dando vueltas por el tubo: estamos a 10 metros del suelo y nadie puede borrarme la sonrisa de la cara. Esto último debido a que el aire es tan potente que una vez abierta la boca es imposible cerrarla. Debo ser lo más parecido a un perro viajando en auto y mirando con la cabeza por afuera de la ventana (babeo incluido).

Termina mi turno y salgo totalmente acelerada; esto no me lo esperaba en absoluto. Nacho hace su último vuelo, pero yo no puedo resistirme a intentarlo una vez más, así que antes de lo pensado (y habiendo accedido a pagar el plus) otra vez estoy dentro.

Esta vez el instructor intenta enseñarme a desplazarme hacia adelante y hacia atrás extendiendo y recogiendo brazos y piernas. Algo tan básico en la teoría puede no ser tan fácil en la práctica, así que luego de varios intentos fallidos logro hacerlo una vez. Pero esa no es la razón por la que estoy ahí de nuevo: y el instructor lo sabe más que nadie así que se deja de bobadas técnicas, me agarra y me lleva a dar vueltas por el techo. 

La verdad es que antes de venir aquí no tenía ni idea de qué esperar. Y ahora que ya sé cómo es, creo que es una experiencia que todo aquel que pueda debería vivir.

Hora de volver a ser simples mortales... mientras nos vamos sacando los mamelucos charlamos con uno de los profesionales que para sorpresa nuestra es chileno. Le pregunto si no le da miedo tirarse en paracaídas y me dice que es como andar en moto: cada vez que te subís a una da un poco de nervios, pero nada más.

Y la pregunta obligada: ¿cuántas veces se tiró desde un avión? Y el número que obtengo por respuesta me deja totalmente boquiabierta... ¡8.100 veces! ¡Por Dios! Pero una cuenta rápida hace que los números cierren: suponiendo que es instructor hace 15 años y que se tira 2 veces por día, 5 veces a la semana ya anda en los 7.200 saltos, así que no es tan disparatado; si dijo 8.100 es porque definitivamente los tiene contados.

Menudo trabajo tiene el tipo... lo que me hace pensar ¿cuántas veces escribí "SELECT * FROM" en mi vida? No sé si lo hice tantas veces. Aunque en realidad si lo quisiera comparar con algo más adrenalinico tendrían que ser "DELETE's" o "TRUNCATE's".

Seleccionamos un par de fotos para el recuerdo, pagamos y nos retiramos; estamos más que satisfechos.

Y ahora si, a morir en el cliché: si estamos en Orlando hay que hacer compras.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Disney (Segunda Parte) - Orlando, Estados Unidos

El show con tanto poder de convocatoria se llama Fantasmic y vemos con asombro que el mismo se desarrolla en un anfiteatro gigantesco.

Haciendo un cálculo rápido estimo que pueden haber 10.000 personas ya que es como el doble de grande que el Teatro de Verano.

¿De dónde salen todas estas personas? ¿Quienes son en su vida de civil? ¿Cuál es su historia? ¿Será que esa foto que me tiene a mi de background va a estar de fondo de pantalla en algún escritorio de algún país lejano?

Antes de entrar aquí, las callecitas del parque ya estaban que estallaban de gente así que me cuesta imaginar cómo nos vamos a redistribuir a la salida.
Anfiteatro de Fantasmic

La noche acaba de caer dando el marco perfecto para este espectáculo de luces y sonido. La mayoría de los niños andan con gorros de orejas de Mickey que se prenden y se apagan con luces de todos colores.

Hay algo raro y no logro darme cuenta qué es hasta que dejo de ver el árbol para ver el bosque: todos los gorros están sincronizados con el espectáculo y se prenden y apagan con los colores que corresponda según el momento del show.

En el escenario desfilan muchísimos personajes de Disney, mientras proyectan imágenes en un par de fuentes de agua enormes. Realmente un deleite para los sentidos.
El parque está por cerrar pero aún nos da tiempo para el simulador de Star Wars... "Star Tours: la aventura continúa".

El cansancio ya se empieza a manifestar y más que disfrutar del viaje a la velocidad de la luz, lo que realmente valoro es el hecho de estar sentada un rato más.

Igual al salir hacemos el intento de entrar a Toy Story, pero la cola es de 1 hora, así que me resigno: no voy a ver en acción a Woody y a Buzz.
Escenario con sombrero de Mickey
Main Street nevando
Castillo escarchado
Fireworks!
Está claro que hacer lo mejor de 3 parques en un día es para valientes. Y si a eso le sumamos que tenemos un ticket especial que nos sirve hasta la medianoche para Magic Kingdom, claramente nos convierte en fanáticos o en locos (cualquiera de los dos conceptos aplica igual de bien).

Así que cuando todos abandonan el lugar nosotros recién "llegamos" (aunque hayamos estado aquí 11 horas atrás).

Paseamos a ritmo relajado por la Main Street, mientras los copos de nieve caen en cámara lenta por todos lados. Nunca vi nevar, así que supongo que es la experiencia más cercana a ello de momento, por más que hagan veintialgo de grados.

Lo primero que hacemos es buscar una buena ubicación: si el castillo está centrado y nadie nos tapa la visión, alcanza.

Como es un especial de Navidad, el castillo se encuentra iluminado de tal forma que simula estar cubierto de nieve y escarchado: realmente está precioso. El show lo transforma de múltiples maneras, mientras proyectan imágenes sobre su fachada al ritmo de los clásicos temas musicales de Disney.

Es alucinante ver cambiar el castillo... Lo estamos observando de piedra y en segundos pasa a ser hecho de caramelo para luego transformarse nuevamente en algo totalmente nuevo. Los efectos son impresionantes y mantienen cautivos a todos los espectadores: lo único que se escucha entre tantos miles de personas es "Wow!" y "Look at that!".

A continuación somos testigos de los fuegos artificiales y la entrada extra queda más que desquitada: es una experiencia única.

Mañana a esta hora vamos a estar en un vuelo rumbo a nuestro querido paisito, por lo que sacamos fuerzas de donde no tenemos y seguimos recorriendo.

Sin lugar a dudas la noche le da un encanto especial a este lugar; la iluminación y ambientación navideña te hacen sentir en casa. Hay menos personas en la vuelta y está más frío. Cada tanto se pueden ver muchachas ataviadas con vestidos de falda ancha, delantales blancos y cofias, haciendo sonar campanitas invitando a la gente con cocoa caliente y galletas con chispitas de chocolate.

Es fabuloso pero después de ingerir algo calentito y comer las galletitas nos sentimos con espíritu renovado como para sobrevivir hasta la medianoche. Vemos pasar un parade, hacemos el juego de Piratas del Caribe, nos subimos al trencito minero (de noche está increíble) y por último visitamos la Mansión Embrujada.

Siendo casi las 12 damos por completado el día y nos dirigimos hacia la salida... mientras tanto voy pensando si alguna vez volveré aquí. Miro por última vez la Main Street con el castillo de fondo y digo un "hasta luego" mental.

Estamos tan pero tan cansados que casi no podemos hablar: 15 horas de parques de diversiones pueden llegar a ser matadoras. Como copilota soy bastante mala: ni bien entramos en la autopista me duermo profundamente.

Después de unos minutos que parecen horas Nacho me despierta y estamos en el estacionamiento de un Burger King. Como puedo, media dormida llego a pedir una Whopper.

El establecimiento está prácticamente vacío; sólo nosotros y una familia muy pintoresca. Son 8 en total, un matrimonio con 6 hijos. Todos tienen una remera puesta que reza "The Torres Gang".

Y ya lo creo que son una pandilla. Hay niños y niñas de todas las edades, siendo la más grande una adolescente y el más chico un nene de pañales. Todos tienen las orejas del padre, no precisan hacerse el ADN.

¿Cuánto cuesta esta cena familiar? Si nosotros siendo 2 andamos en los 20 dólares, ellos perfectamente pueden estar en los 80. ¿Porqué tuvieron tantos hijos? ¿Será que es por su religión? Esa mujer estuvo 1/3 de su vida embarazada. ¿Trabajará? ¿Cómo no enloquecen? Son como una pequeña sociedad, tienen su propio ecosistema.

Cada vez que veo este tipo de ejemplos no puedo evitar hacer la comparación con mi situación y me agoto de sólo pensar el escenario. Claro que hoy particularmente no quedan vestigios de energía en mi sistema y nada tiene que ver la maternidad.

Por un momento abandono a los Torres y vuelvo a nosotros: mientras observo a Nacho que está de espaldas veo que tiene un tajo como de 15 centímetros en la bermuda a la altura de la cola y se le ve la ropa interior.

Me veo tentada a dejarlo deambular de esa forma, pero finalmente le aviso y hago de "guardacola" hasta que llega al asiento. Nos reímos de pensar cuánto tiempo hace que anda dando espectáculo sin saberlo.

La hamburguesa pasa sin pena ni gloria hacia mi sistema: lo único que quiero es dormirme al costado de los restos de papeles y sachets de mayonesa abiertos.

Por suerte yo no soy la que manejo (no creo estar en condiciones de conducirnos a ningún lado). Unos minutos más tarde ya estamos tirados en la cama y a duras penas recuerdo que tengo que poner el despertador un poco más temprano sin que Nacho sepa la razón: mañana le tengo preparada una sorpresa.

Ahora si, a disfrutar de un merecido descanso y recuperar energías: todavía resta una aventura más antes de retornar a casa.

Disney (Primera Parte) - Orlando, Estados Unidos

Hoy es nuestro último día de parques, por tanto bien tempranito ya estamos arriba y dirigiéndonos hacia Disney. El plan es bastante exigente de tan sólo mencionarlo, pero volver a Montevideo descansados no está dentro de lo previsto.

La idea es sacarle máximo provecho a nuestra entrada con park hopper y hacer varios parques en el mismo día. Como ya conocemos la mayoría de los juegos, decidimos hacer sólo lo mejor de cada lugar.

Comenzamos con el clásico de los clásicos: Magic Kingdom.

Nos subimos a la Space Mountain y al trencito minero; después de la Rip Ride Rockit, Duelling Dragons y Hulk, realmente estas montañas parecen para niños. Años atrás no entendíamos cómo a este tipo de atracciones las clasificaban de "Familiares", pero ahora no podemos estar más de acuerdo.

Obviamente son divertidas, pero el nivel de adrenalina que me generan es bastante bajo.

Seguimos con la Splash Mountain y desafío a Nacho a hacer toda la caída con los brazos en alto sin agarrarnos del botecito. El agregado de la apuesta hace que la vuelta sea muy divertida y bastante más rendidora de lo que a priori podía llegar a pensar.
Trencito Minero y Splash Mountain

Es hora de movernos de parque. A última hora volveremos a Magic Kingdom: compramos una entrada que nos permite quedarnos hasta la medianoche y observar los fuegos artificiales y el especial de Navidad.

La siguiente parada es Animal Kingdom. Este parque no lo conocemos así que estamos entusiasmados de descubrir algo nuevo.

Ir de un parque al otro no es una actividad que lleve 5 minutos. Nos tomamos el tren hasta la estación de ómnibus y allí esperamos el bus que nos lleve hacia nuestro destino. El periplo nos lleva alrededor de 40 minutos... Disney es gigante.

Llegamos y lo primero que hacemos es tomar un mapa. Según mis averiguaciones previas hay 2 juegos que son la insignia de este lugar: Dinosaur y Expedición al Monte Everest. Pero primero lo primero. Estoy en Disney, hace calor, así que tengo que hacer un parate para comprarme el clásico helado con forma de orejitas de Mickey.

Ahora sí, con el ritual realizado con éxito, nos transportamos varios millones de años hacia atrás en el tiempo y estamos prontos para ver dinosaurios. Había leído que una persona murió de un paro cardíaco en esta atracción cuando fue sorprendida por un T-Rex, por lo que tengo dudas de qué tan atemorizante pueda ser. 

Es verdad, me caracterizo por saber las catástrofes ocurridas en los juegos y a veces peco de paranoica al contar las partes más emocionantes con antelación para que todos puedan sobrevivir al shock.

Y este caso no es la excepción, así que le arruino la sorpresa a Nacho y le advierto que un tiranosaurio lo va a asustar sobre el final; prefiero que me odie durante 5 minutos a tener que cargar con algún desenlace peor en mi cabeza.

T-Rex
Finalmente el juego es bastante inocente (al menos para nosotros) y es más un paseo ajetreado entre dinosaurios que una experiencia traumática.

Seguimos recorriendo y nos cruzamos con uno de esos juegos que si no existieran para mi sería lo mismo: Primeval Whirl, una especie de mini montaña rusa con tacitas giratorias.

Todo aquello que me haga girar por girar está por fuera de lo que quiero experimentar. El efecto en mi ya lo conozco: malestar inmediato y ganas de vomitar. Nada de adrenalina, nada de risas... entonces directamente me abstengo; Nacho va feliz de la vida mientras lo espero abajo.

Veo pasar decenas de tacitas pero en ninguna va él. Cuando me empiezo a preguntar cómo puede demorar tanto con 15 minutos de cola, aparece al lado mío: habían dos recorridos así que me perdí de verlo arriba.

¡Everest allá vamos!
Desde que entré a Animal Kingdom lo único que quiero es subirme a Expedición al Monte Everest. No retrasamos más el encuentro y allá vamos rumbo al sector de Asia donde a lo lejos ya se pueden ver los Himalayas. La ambientación como de costumbre es alucinante: nos van preparando psicológicamente para lo que se nos viene.

Atravesamos templos, tiendas de alpinismo y hasta un museo dedicado al Yeti. Sí, parece que vamos en busca del abominable hombre de las nieves.

Ni siquiera tenemos que pedir la primera fila: nos toca en suerte ir en la cabecera.

El carrito arranca y vamos escalando el pico más alto del mundo: la vista del parque desde aquí arriba no tiene precio.

De un momento a otro todo se transforma en curvas, velocidad y vértigo; las vías del tren terminan abruptamente y ahora el recorrido lo hacemos de espaldas. Del Yeti casi ni me acuerdo y sólo vuelve a mi cuando veo una sombra y escucho un rugido en uno de los túneles de la montaña. No sé si es porque no conocía esta roller-coaster pero el resultado es que salgo totalmente eufórica de la vuelta.

Lo que es cierto también es que tengo muchísima hambre. Almorzamos unos sándwiches de pollo y nos disponemos a bajar la comida en un paseo tranquilo: es hora de hacer un Safari por la sabana africana.

Baobabs y elefantes
Nos subimos a un camioncito y nuestro guía, un muchacho con acento gracioso, empieza a disparar datos sobre animales cual si estuviera estudiando para "Salven el millón". Así que nos enteramos que una elefanta está embarazada durante 18 meses y que el cheetah puede correr a más de 100 km por hora, entre muchísimos otros datos que logran permanecer en mi cabeza sólo unos minutos.

Mientras tanto observamos todo tipo de animales a la vez que nos cruzamos con baobabs cual si estuviéramos en "El Principito".
Lo bueno de este pseudo Safari es que los animales que no son peligrosos andan sueltos (uno los puede ver sólo a unos metros de distancia) y los que te pueden comer de almuerzo tienen sus residencias bordeadas de fosas, pero diseñadas para que parezca que no hay nada entre los intrusos y la fiera.

Los puntos altos del paseo son las jirafas, los leones y los hipopótamos. Estos últimos por un momento en particular: cuando pasamos uno de ellos está haciendo sus necesidades y es sumamente gracioso ver cómo su colita da vueltas a toda velocidad durante el proceso.

Son las 4 de la tarde; nos despedimos de Animal Kingdom y nos transladamos a Hollywood Studios. No nos andamos con rodeos y ni bien llegamos vamos a la Hollywood Tower: gritos, risas y adrenalina asegurada.

Otra de las mayores atracciones del parque es la montaña rusa de Aerosmith, así que ni bien dejamos la torre del terror ya nos ponemos en la cola. Hay muchísima gente: una hora para entrar.

Mientras esperamos aprovechamos la Wi-Fi del parque y llamamos con el FaceTime a Pablín.
Hollywood Tower... ¡bajaaaaaaaa!
Pero la imagen que me devuelve el celular es inesperada... Veo a Juli en primer plano y por un momento quedo descolocada. Chiquita preciosa; tan cerca y a la vez tan lejos mío.

Parece que los tíos hicieron relevo a los abuelos y Juli está loca de la vida jugando con Rodri. Hablamos un ratito a la vez que les muestro los alrededores con la cámara y nos despedimos dejando besitos sobre una pantalla fría.

Dude looks like a lady!
La fila se mueve a dos por hora y decidimos probar suerte en la cola de Single Riders. Realmente no sé si hace la diferencia: esto está hasta las manos por donde se mire.

Eventualmente llegamos. Me toca compartir asiento con un muchacho que pisa los 40 y entusiasmado de habernos encontrado en la "fila de a uno" me empieza a dar charla.

La conversación es media básica: ¿es la primera vez que te subís a esta montaña? Vas a ver que es impresionante, etc, etc. No tengo mucho tiempo para sociales, así que antes que pueda contestar ya estoy diciendo mis típicos dichos de aliento y coraje en español antes de ser disparados de 0 a 100 en menos de 3 segundos.

Por algún motivo, el hecho de que yo sea de habla hispana le causa mucha gracia al yankee y no para de reírse cada vez que digo algo: seguro piensa que soy oriunda de alguna república bananera.

Casi me lo imagino contándoles la historia a sus hijos como en "How I met your mother" y diciendo al final... "No, esa tampoco es su madre".

La vuelta está alucinante. A la salida estoy en mi típico estado post-montaña rusa saltando y matándome de risa cuando mi compañero ve con decepción que tengo con quién chocar las manos y no es él. Tal vez es todo fruto de mi imaginación, pero las mujeres tenemos un sexto sentido para ciertas cosas.

Y así dejamos atrás a Steven Tyler y vamos siguiendo a una procesión de personas sin tener idea qué es lo que convoca a tantas almas en una misma dirección.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Islands of Adventure (Segunda Parte) - Orlando, Estados Unidos

Estamos en las inmediaciones del simulador del Hombre Araña así que vamos a probar suerte. Hay bastante cola pero igual entramos para ir haciendo la digestión mientras esperamos nuestro turno.

Parece que la ciudad de Nueva York está en problemas, todos los enemigos de Spiderman se confabularon y están haciendo estragos.

El amigable jefe de Peter Parker tiene una misión para nosotros: debemos ir al medio de la debacle y regresar con una primicia.

Así que ahí vamos tratando de huir del Doctor Octopus, Duende Verde y Electro siendo salvados una y otra vez por telarañas.

¡Este juego es alucinante! Y ya que estamos, damos 2 vueltas.

The Amazing Spiderman!
Realmente me gustan los simuladores; pero por las montañas rusas enloquezco.

Y a poquitos metros se encuentra la de Hulk. Es impresionante ver el recorrido de esta roller-coaster: uno va por el parque y cada pocos segundos se escuchan gritos descontrolados que provienen de los loops salvajes de esta atracción.

Debajo de los rieles se puede observar una malla protectora la cual recoge todo tipo de objetos: lentes, gorros, llaves. Obviamente hay gente que subestima la furia de Hulk y hace caso omiso a los carteles. Pero hay un punto que tengo claro: si hay una advertencia indicando que las personas con piernas ortopédicas se las retiren para subir en esta montaña, la mano viene complicada.

Igual a nosotros no nos hace mucha diferencia y a los pocos minutos estamos en la cola para ir en la primera fila. Mientras esperamos, vemos que nuestros compañeros son unos adolescentes que la están pasando bomba.

Una de las muchachas tiene la mejor remera que vi en mi vida. Tiene estampada el mundialmente conocido símbolo de puerta de un baño masculino. El macaquito esta saltando de felicidad con los brazos hacia arriba mientras una leyenda reza: "I pooped today!".

Ahora si, sólo faltan unas personas y es nuestro turno. Yo ya estoy saltando histérica y diciendo "Primera filaaaaaaaaaaa!!!".

Vemos que alguien no resistió la vuelta... los asistentes están limpiando asientos y dejándolos libres para que se "sequen".

Por suerte del almuerzo ya ni me acuerdo; creo ser capáz de no compartirlo con los demás.

¡La furia de Hulk!
Nos sentamos. El carrito avanza hasta que quedamos prontos para el "lanzamiento".

Estamos inmóviles en un tubo cerrado que asciende. Al final se puede ver el cielo y los rieles de la montaña que así como salen al exterior, se retuercen y bajan estrepitosamente.

Salimos disparados y la cabeza se me pega al asiento: por más que quiera moverla una fuerza invisible me tiene atrapada... estoy experimentando 4Gs.

Me río, grito, y por momentos no puedo hacer nada más que aferrarme al asiento en silencio y mantener los ojos bien abiertos para no perderme de nada. 

Estoy en un estado de éxtasis total: aquí arriba no hay lugar para pensar y todo ocurre a una velocidad vertiginosa.

La vuelta dura alrededor de 2 minutos, los cuales pasan volando. Y ni bien nos bajamos ya queremos estar arriba de nuevo. Y lo hacemos: dos veces más.

Es divertido vernos los peinados: parece que nos hubiéramos secado el pelo en un acelerador de partículas. Obviamente no tengo idea de cual será el resultado de hacerlo en uno, pero tampoco sé lo que tengo en la cabeza.

Paseando entre historietas
Welcome... to Jurassic Park!
Todos los caminos conducen a Harry
Para ir bajando un poco las revoluciones nos compramos un vaso con frutas y recorremos el parque en tren de paseo.

Llegamos hasta Jurassic Park, pero no nos subimos... está oscureciendo y no queremos ensoparnos. Todos los gomones vienen vacíos, ya nadie agarra viaje.

Y despacito, como quien no quiere la cosa, nos vamos acercando a Harry nuevamente.

La vez pasada me había quedado con ganas de entrar a Olivanders (la tienda en donde la varita elige al mago). En esta oportunidad, si bien hay bastante cola, decidimos quedarnos.

El acceso a la tienda se realiza en tandas de pocas personas, alrededor de 20. Una vez dentro nos atiende Olivanders, y nos explica que siempre hay una varita para cada mago, y que ésta se revela ante el mismo cuando es la correcta.

Y piensa demostrarlo: elige a una muchacha con Síndrome de Down que se encuentra en silla de ruedas y la hace pasar adelante.

Le va entregando diferentes varitas para que realice hechizos. Las dos primeras son un fracaso: rompe una estantería y hace secar por completo una planta.

Pero la última varita es la correcta... cuando la niña la toca, un haz de luz ilumina su cara, a la vez que corre una brisa por el lugar mientras se escucha música clásica en la sala.

¡Qué buena decisión haber entrado a esta tienda! Es una experiencia realmente mágica y nadie debería perdérsela.
La noche cubre los techitos nevados de Hogsmeade. A lo lejos vemos el castillo de Hogwarts iluminado y lo contemplamos durante un momento. Es hora de ir redondeando la jornada, así que nos dedicamos a hacer algunas compras.

¡Otra vez la pelota en la casa de Doña María!
Normalmente no tengo problemas de consumismo, pero hoy, no es un día normal: me quiero comprar todo.

Primero me concentro en los encargos que me hicieron del trabajo. Una bufanda de Griffindor y una remera de quiddich para Marce y una bufanda de Slytherin y unas grageas de todos los sabores para Nacho.

Y para mi, algunas cositas más: medias, guantes, remera y almohadón de Griffindor y la remera de quiddich de Harry.

Me dan ganas de comprarme las bufandas de las casas que no tengo, pero ya sería un abuso. Así que salgo victoriosa de la tienda sin sucumbir ante la Pottermania.

Falta media hora para que cierren el parque y nos disponemos a retirarnos, pero vemos que en Duelling Dragons prácticamente no hay cola. Por tanto decidimos dejar todo el bagayo recientemente obtenido en los lockers y dar una vuelta de despedida.

Increíblemente un par de personas más adelante se encuentra mi amiga de la remera graciosa, así que intercambiamos cuentos de las diferentes atracciones a donde nos subimos en el día. Como buena charla con una yankee adolescente no puedo evitar decir varios Awesome! y Oh my God! en la misma oración, por lo cual me siento bastante estúpida: parece un diálogo de la Warner.

Hacer esta montaña rusa de noche y en primera fila es alucinante... una experiencia totalmente diferente y mucho más electrizante que de día. Llegamos eufóricos.

¡Y todavía hay tiempo para una vuelta más! En unos días voy a estar sentada frente a una computadora así que no lo pienso mucho y otra vez estamos dando vueltas y a los gritos pelados.
Ahora sí. Ya no podemos más. Con paso tranquilo nos dirigimos hacia la salida.

Desde que llegamos Nacho quiere probar unas patas de pavo que venden en unos puestitos. En realidad desde el viaje anterior lo quiere hacer, así que se da el gusto.

Parecemos unos cavernícolas comiendo con las manos todas grasosas... pero tengo que reconocer que la turkey leg está riquísima.
¡El eslabón perdido!
Los parques cierran a las 19, pero el City Walk está en pleno apogeo: gente cenando y haciendo compras de último momento, shows en vivo, música, cines.

Están dando Thor en Imax 3D. La función está por comenzar y nosotros (que queremos aprovechar cada segundo de este viaje) no nos podemos negar: antes de poder procesarlo estamos mirando avances en una mega pantalla.

La película está muy buena. Es entretenida y con bastante acción así que logro verla hasta el final, sólo cortada por una pequeña siesta de unos minutos entre medio: estoy agotada.

Dejamos Universal totalmente satisfechos de la jornada vivida. Hacemos una parada técnica en un Burger King y unos minutos después aterrizamos en la cama.

Pienso en Juli... dada la diferencia horaria ya debe estar requete dormida, por lo que me uno a ella sin ofrecer demasiada resistencia.

Islands of Adventure (Primera Parte) – Orlando, Estados Unidos

El sueño profundo se ve interrumpido de golpe; una pregunta asalta mi cabeza... ¿Y si nos dormimos? Verifico la hora: faltan unos minutos para que suene el despertador y respiro tranquila. No puedo creer que voy a volver a The Wizarding World of Harry Potter y claramente ya estoy ansiosa al respecto.

Tomamos un desayuno medio simbólico y rápidamente estamos en la autopista. Técnicamente nos dirigimos exactamente al mismo estacionamiento del día anterior, pero la diferencia reside en que vamos a otro parque.

Cuando uno llega a Universal luego de dejar el auto y caminar por el City Walk, a la derecha está "Universal Studios" y a la izquierda "Islands of Adventure". Por tanto encaramos hacia la siniestra y nos metemos de lleno en uno de los mejores parques que conozco.
El objetivo está claro: primero Harry Potter, después todo lo demás. 

El parque es grande, así que llegar a Hogsmeade nos lleva un tiempito. Vamos caminando rápido y a veces trotando, cuando a lo lejos ya diviso el castillo de Hogwarts y se me estampa una sonrisa de oreja oreja en la cara.

Allí está todo tal cual en la película: el expreso de Hogwarts, la oficina postal llena de lechuzas, Las Tres Escobas, Dervish & Banges, Honeydukes, Olivanders, Zonkos y hasta barriles en donde te venden cerveza de mantequilla.

Es común ver pequeños (y no tan pequeños) corretear entre los negocios con sus capas y varitas imaginando que son "El niño que sobrevivió".

De momento no nos detenemos demasiado a pasear por el pueblo: hay media hora de cola para The forbidden journey.

Treinta minutos puede parecer bastante, pero no lo es cuando uno está dentro de Hogwarts. La mayoría del primer tramo la cola se desarrolla en el exterior, por tanto recorremos el invernadero de la profesora Sprout donde las mandrágoras crecen felizmente. Unos minutos después ya estamos dentro.

El castillo está ambientado a la perfección y parece que al final del corredor nos fuéramos a topar con Snape. Pasamos delante del despacho de Dumbledore y nos internamos en la clase de "Defensa contra las Artes Oscuras".

Podemos escuchar las voces del "trío dinámico", aunque no hay rastros de Harry, Ron y Hermione. Pero de pronto aparecen a unos metros de donde nos encontramos: estaban escondidos bajo la capa de invisibilidad. Los hologramas son sumamente reales, por lo que parece que estuvieran allí.
¡Felicidad en su estado más puro!
Expreso de Hogwarts
Honeydukes, Olivanders y Oficina Postal
Seguimos internándonos en el castillo y pasamos por una sala llena de cuadros. Pero no son cuadros cualquiera: sus protagonistas van y vienen, conversan entre ellos y con nosotros, ríen... hasta nos advierten de un dragón que anda suelto (culpa de Hagrid).

Ya llegamos, es nuestro turno. Subimos al carrito y estamos prontos para que la traga de la clase nos haga volar gracias a un "Wingardium Leviosa". Y a partir de este momento nos precipitamos en una aventura fabulosa, siguiendo a Harry y Ron en sus escobas.

Sobrevolamos el lago y el castillo, nos internamos en medio de un partido de quiddich y perseguimos a Draco Malfoy. También escapamos del dragón que los cuadros nos habían advertido que andaba suelto y hasta Harry nos salva de los dementores con su infalible "Expecto Patronum".

Todo esto se desarrolla alternando lo real con lo virtual logrando que realmente sea una experiencia inolvidable (tanto para los que se les eriza la piel solo con escuchar la banda sonora de la película, como para los que no conocen demasiado la historia de este chico de lentes redondos y cicatriz en la frente).

Estamos prontos para ir a buscar la mochila a los lockers cuando escuchamos que hay sólo 5 minutos en la cola de Single Riders. En la fila común ya hay 40 minutos de espera, por lo que ni lo pensamos y vamos por nuestra segunda vuelta, aunque tengamos que hacer el juego separados.

En realidad no hay cola en absoluto y llegamos en un par de minutos a donde salen los carritos. No podemos creer que las personas que están al lado hayan hecho media hora de cola y que nosotros estemos de nuevo allí. La suerte está de nuestro lado ya que para completar el carrito se necesitan 2 personas, así que nos mandan juntos.

¡Puro cuento!
Por todos lados se encuentran los típicos carteles advirtiendo que sí uno tiene problemas de presión, del corazón, facilidad para marearse, etc, etc, etc, no se debe subir a este juego.

Y tan errados no están, dado que el escaso desayuno que circula por mi sistema no está haciendo buenas yuntas con la Nimbus 2000 y me siento con ganas de vomitar.

Terminamos la vuelta y me siento un poco mareada. Pero al pasar por la entrada volvemos a escuchar que la fila de singles continúa en 5 minutos.

No viajamos hasta Orlando para perdernos oportunidades como esta, así que quien dice 2, dice 3.

Ahora sí, empachados, dejamos el juego y nos dirigimos hacia los Duelling Dragons. Los dragones son un par de montañas rusas invertidas que están sincronizadas. Una es de color rojo y representa al Chinese Fireball; la otra es celeste y es el Hungarian Horntail. El juego está ambientado en el campeonato de los tres magos, y la espera final se realiza en la carpa donde Harry aguardaba su turno para robarle el huevo al dragón que le había tocado en suerte.

Como estamos en baja temporada el dragón rojo está en mantenimiento, por lo cual el duelo de dragones no lo vamos a presenciar: en una parte del recorrido las montañas parecen que van a chocar y da la sensación que los pies de las personas van a quedar enganchados a los de la otra montaña rusa mientras los carritos dan una vuelta de 360 grados.

Ya ni nos molestamos en ir por la cola común: directamente vamos en la fila que nos dará ubicación en los asientos delanteros. Los asistentes dan el ok y nos saludan con un cordial Good luck champions!


¡Gerónimooooooooo!
Escuchamos el típico "cracracracracra" del carrito subiendo despacito por la rampa y ya empiezo a decir cualquier cosa.

Desde "¡Vamo' arriba la celeste!", pasando por "¡Estamos mal de la cabeza Nachín!" y culminando con un célebre "¡Gerónimoooooooooooo!" mientras la montaña se desploma a toda velocidad por una pendiente que me deja el estómago de caravana.

Entre los dos dragones, el celeste tiene el recorrido más violento, así que estoy loca de la vida que la montaña roja sea la que esté cerrada. Un par de minutos de adrenalina en su estado más puro y ya estamos saliendo a las carcajadas, felices de haber sobrevivido.

¡Esto hay que repetirlo! Pero primero, lo primero. Voy a vomitar al baño. Tres simuladores y una montaña en una hora y media no son para todo el mundo.

En realidad solamente hago arcadas... el tema es que no tengo nada en el estómago y necesito ingerir alimento.

ButterBeer!!!
Nos tranquilizamos un poco sentándonos en la estación de trenes, mientras comemos unas manzanas. Rápidamente el malestar pasa y aprovechamos para repetir la montaña. ¡Qué buena está! Si no fuera porque nos queda mucho parque por recorrer, me subiría de nuevo.

Es hora de retirarnos momentáneamente del mundo de Harry Potter. Pero como hace mucho calor, antes de abandonar Hogsmeade nos deleitamos con una buena cerveza de mantequilla.

Es un invento medio raro pero rico. Por momentos tiene sabor a café; por otros es como si estuviera tomando un helado escarchado.

Nos vamos alejando y decidiendo a donde ir, cuando nos topamos con un show de magia que está por comenzar, y entramos. Somos testigos de los infaltables trucos de cartas, de piolas que se reproducen ante nuestros ojos y demás. Pero el número que se lleva el galardón de oro es otro: el mago hace levitar cualquier objeto que le ofrezcamos. Estamos a un metro de distancia y no vemos hilos de ningún tipo... ¿Será algo magnético?

Cuando termina la actuación la salida se hace a través de una tienda, en la cual por unos dolarillos uno podría develar todos los misterios anteriormente vistos. Nos tienta comprar una billetera que al abrirla lanza una llamita de fuego: sería divertido usarla al pagar en el supermercado.

Este gadget ya lo conocía: Nico tenía una, y nunca me dijo de donde la había sacado. Lo que es peor, la abría y cerraba como si nada fuera de lo común estuviera ocurriendo, y cuando uno con cara de desconcierto le preguntaba si había salido fuego de su billetera te miraba con expresión de "¿De qué me estás hablando?". Un crack Nico.

Hacemos la parada obligada del almuerzo. Unos buenos fettucinis y una Caesar Salad cumplen con el objetivo: panza llena, pero no demasiado llena.

Y caminando tranquilos pero sin mayor detenimiento, vamos buscando nuestra siguiente atracción: tenemos una cita con Peter Parker.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Universal Studios (Segunda Parte) - Orlando, Estados Unidos

Minion crossing!
Mi minión favorito
¡Es nuestra oportunidad! En todo el día la espera para "Mi Villano Favorito" nunca fue menor a 1 hora, por tanto ni lo pensamos y de buenas a primeras ya estamos dentro de la casa de Grú y las niñas.

La previa al juego se realiza en una sala donde Grú está tomando nuevos asistentes. El único detalle es que para obtener el puesto hay que ser un minión.

Y no sólo hay que serlo físicamente... tenemos que saber actuar como uno. Por tanto luego de pasar a un teatro con una mega pantalla y ponernos los lentes 3D comienza la acción.

Grú nos "minioniza" con un rayo y estamos prontos para entrenarnos teniendo como instructoras a Margo, Agnes y Edith.

El resultado es un juego divertidísimo en el cual somos miniones durante unos minutos, y al dejar el teatro hasta podemos bailar y sacarnos fotos con uno "tamaño natural".

Ya son las 5 de la tarde: "Time flies when you're having fun, time's up when you work like a dog... Salud", gracias Billie por recordármelo, así que es momento de repetir los mejores juegos.
No se habla más, tenemos que volver al de Transformers. Y ahora sí, vivimos la experiencia completa, sin interrupciones. En definitiva más temprano el juego se había roto casi al final, pero nos había faltado la frutillita de la torta: Optimus Prime nos felicita por haber salvado al mundo... ¡esto no ocurre todos los días!

Queda solamente una hora para que cierre el parque, y a pesar de que son las 6 de la tarde, ya está oscureciendo.

Casi que no necesitamos decirlo en voz alta... solamente hay un lugar en el que queremos estar: en la cola para subir por 2da. vez a la Rip Ride Rockit.

Hacemos la vuelta, y descubrimos que si bien con la presencia de los rayos solares esta montaña es impresionante, con la ausencia de ellos hace alucinar. Y no nos basta: queremos más. Así que como salimos volvemos a entrar.

Es la despedida, por lo que tomo coraje y le insisto a Nacho para ir en la primera fila. Nunca nos subimos en el primer asiento, pero esta vez no me quiero ir de Orlando sin haberlo hecho.

Ante los reiterados "No" que obtengo por respuesta, abandono momentáneamente la idea. Igual ya estoy sumamente contenta de subirme por tercera vez en esta criaturita.

Es nuestro turno; la muchacha que acomoda nos pregunta "How many?" a lo que respondo el clásico "Party of two". Pero cuando estamos por pasar Nacho le dice que queremos ir en primera fila.

WTF!!! ¡Primera fila! Obviamente que no hay ningún problema, la mayoría de las personas en su sano juicio evitan este asiento y en un abrir y cerrar de ojos ya estamos ubicados en nuestro palco VIP.
Todavía estoy shockeada por la sorpresa; por un lado quiero matar a Nacho por no haberme dejado preparar psicológicamente para lo que nos espera, pero por otro (y esto es lo que predomina) estoy feliz. Para hacer inconsciencias mejor no pensarlas demasiado, sino hay riesgo de arrepentirse.

El carrito empieza a moverse y llega hasta la cima: no hay nada entre la bajada en picada y nosotros. Y no podemos escapar, así que a gritar como nunca y a disfrutar plenamente de estos minutos. Cuando voy bajando lo único que tengo claro es que nunca más volveré a los asientos comunes: siento prácticamente que la montaña rusa es mía.
Front rower
¡Chau Universal!


Gritos, risas, felicidad... Ni por un momento siento miedo, así que "me felicito" de haberlo intentado.

Termina el juego y necesito 5 minutos para bajar las revoluciones, estoy totalmente acelerada. De a poquito vuelvo a hablar como una persona normal y no a los gritos y ya no me río como una desquiciada.

Y así vamos dejando el parque, contentos y a la vez bastante cansados: estamos despiertos desde las 4 de la mañana.

Tomamos el auto y con ayuda del GPS ya nos movemos en dirección al hotel.

Divisamos un Pizza Hut y bajamos. Es hora de comer pizza con bordes rellenos de queso. Las calorías ingeridas nos permiten llegar hasta el hotel con un poco más de energías, pero igual me siento con low-batt.

Y allí está nuestro viejo y querido Travelodge esperándonos. Sin ningún lujo, sólo lo necesario para pasar 3 noches.
Nos asignan la habitación y automáticamente pienso en la vez que nos alojamos aquí hace 3 años: en aquella oportunidad cuando abrimos la puerta la habitación apestaba de olor a humedad. Pedimos para cambiarnos y el nuevo cuarto estaba perfecto. Así que abrimos la puerta con ciertas dudas.

A golpe de vista está todo bien, pero un análisis un poquito más profundo devela que no tenemos frigobar: con el calor que hace no es un capricho, es un bien necesario por lo que llamo a la recepción.
Viejo y querido Travelodge
Cuando muevo el teléfono sale disparada una cucaracha a toda velocidad... ¡Agggh que asco! Odio las cucarachas. No solo las detesto sino que también me paralizan: me convierto en una completa inútil ante su presencia.

Como puedo hablo con la recepcionista mientras no pierdo de vista a mi pequeña gran enemiga.
Nos cambian de cuarto; este también está correcto y tiene heladerita. Pero lo que también tiene es su propia cucarachita included.

El bicho en cuestión es rápido y no le agrada nuestra compañía por lo que no podemos estamparle un buen chancletazo. Tendremos que convivir con ella, y ya que seremos roomies la bautizo llamándola Orlanda.

Y así damos por concluido un día muy largo, pero a la vez emocionante.

¡A descansar que mañana Harry nos espera!