lunes, 11 de noviembre de 2013

Disney (Primera Parte) - Orlando, Estados Unidos

Hoy es nuestro último día de parques, por tanto bien tempranito ya estamos arriba y dirigiéndonos hacia Disney. El plan es bastante exigente de tan sólo mencionarlo, pero volver a Montevideo descansados no está dentro de lo previsto.

La idea es sacarle máximo provecho a nuestra entrada con park hopper y hacer varios parques en el mismo día. Como ya conocemos la mayoría de los juegos, decidimos hacer sólo lo mejor de cada lugar.

Comenzamos con el clásico de los clásicos: Magic Kingdom.

Nos subimos a la Space Mountain y al trencito minero; después de la Rip Ride Rockit, Duelling Dragons y Hulk, realmente estas montañas parecen para niños. Años atrás no entendíamos cómo a este tipo de atracciones las clasificaban de "Familiares", pero ahora no podemos estar más de acuerdo.

Obviamente son divertidas, pero el nivel de adrenalina que me generan es bastante bajo.

Seguimos con la Splash Mountain y desafío a Nacho a hacer toda la caída con los brazos en alto sin agarrarnos del botecito. El agregado de la apuesta hace que la vuelta sea muy divertida y bastante más rendidora de lo que a priori podía llegar a pensar.
Trencito Minero y Splash Mountain

Es hora de movernos de parque. A última hora volveremos a Magic Kingdom: compramos una entrada que nos permite quedarnos hasta la medianoche y observar los fuegos artificiales y el especial de Navidad.

La siguiente parada es Animal Kingdom. Este parque no lo conocemos así que estamos entusiasmados de descubrir algo nuevo.

Ir de un parque al otro no es una actividad que lleve 5 minutos. Nos tomamos el tren hasta la estación de ómnibus y allí esperamos el bus que nos lleve hacia nuestro destino. El periplo nos lleva alrededor de 40 minutos... Disney es gigante.

Llegamos y lo primero que hacemos es tomar un mapa. Según mis averiguaciones previas hay 2 juegos que son la insignia de este lugar: Dinosaur y Expedición al Monte Everest. Pero primero lo primero. Estoy en Disney, hace calor, así que tengo que hacer un parate para comprarme el clásico helado con forma de orejitas de Mickey.

Ahora sí, con el ritual realizado con éxito, nos transportamos varios millones de años hacia atrás en el tiempo y estamos prontos para ver dinosaurios. Había leído que una persona murió de un paro cardíaco en esta atracción cuando fue sorprendida por un T-Rex, por lo que tengo dudas de qué tan atemorizante pueda ser. 

Es verdad, me caracterizo por saber las catástrofes ocurridas en los juegos y a veces peco de paranoica al contar las partes más emocionantes con antelación para que todos puedan sobrevivir al shock.

Y este caso no es la excepción, así que le arruino la sorpresa a Nacho y le advierto que un tiranosaurio lo va a asustar sobre el final; prefiero que me odie durante 5 minutos a tener que cargar con algún desenlace peor en mi cabeza.

T-Rex
Finalmente el juego es bastante inocente (al menos para nosotros) y es más un paseo ajetreado entre dinosaurios que una experiencia traumática.

Seguimos recorriendo y nos cruzamos con uno de esos juegos que si no existieran para mi sería lo mismo: Primeval Whirl, una especie de mini montaña rusa con tacitas giratorias.

Todo aquello que me haga girar por girar está por fuera de lo que quiero experimentar. El efecto en mi ya lo conozco: malestar inmediato y ganas de vomitar. Nada de adrenalina, nada de risas... entonces directamente me abstengo; Nacho va feliz de la vida mientras lo espero abajo.

Veo pasar decenas de tacitas pero en ninguna va él. Cuando me empiezo a preguntar cómo puede demorar tanto con 15 minutos de cola, aparece al lado mío: habían dos recorridos así que me perdí de verlo arriba.

¡Everest allá vamos!
Desde que entré a Animal Kingdom lo único que quiero es subirme a Expedición al Monte Everest. No retrasamos más el encuentro y allá vamos rumbo al sector de Asia donde a lo lejos ya se pueden ver los Himalayas. La ambientación como de costumbre es alucinante: nos van preparando psicológicamente para lo que se nos viene.

Atravesamos templos, tiendas de alpinismo y hasta un museo dedicado al Yeti. Sí, parece que vamos en busca del abominable hombre de las nieves.

Ni siquiera tenemos que pedir la primera fila: nos toca en suerte ir en la cabecera.

El carrito arranca y vamos escalando el pico más alto del mundo: la vista del parque desde aquí arriba no tiene precio.

De un momento a otro todo se transforma en curvas, velocidad y vértigo; las vías del tren terminan abruptamente y ahora el recorrido lo hacemos de espaldas. Del Yeti casi ni me acuerdo y sólo vuelve a mi cuando veo una sombra y escucho un rugido en uno de los túneles de la montaña. No sé si es porque no conocía esta roller-coaster pero el resultado es que salgo totalmente eufórica de la vuelta.

Lo que es cierto también es que tengo muchísima hambre. Almorzamos unos sándwiches de pollo y nos disponemos a bajar la comida en un paseo tranquilo: es hora de hacer un Safari por la sabana africana.

Baobabs y elefantes
Nos subimos a un camioncito y nuestro guía, un muchacho con acento gracioso, empieza a disparar datos sobre animales cual si estuviera estudiando para "Salven el millón". Así que nos enteramos que una elefanta está embarazada durante 18 meses y que el cheetah puede correr a más de 100 km por hora, entre muchísimos otros datos que logran permanecer en mi cabeza sólo unos minutos.

Mientras tanto observamos todo tipo de animales a la vez que nos cruzamos con baobabs cual si estuviéramos en "El Principito".
Lo bueno de este pseudo Safari es que los animales que no son peligrosos andan sueltos (uno los puede ver sólo a unos metros de distancia) y los que te pueden comer de almuerzo tienen sus residencias bordeadas de fosas, pero diseñadas para que parezca que no hay nada entre los intrusos y la fiera.

Los puntos altos del paseo son las jirafas, los leones y los hipopótamos. Estos últimos por un momento en particular: cuando pasamos uno de ellos está haciendo sus necesidades y es sumamente gracioso ver cómo su colita da vueltas a toda velocidad durante el proceso.

Son las 4 de la tarde; nos despedimos de Animal Kingdom y nos transladamos a Hollywood Studios. No nos andamos con rodeos y ni bien llegamos vamos a la Hollywood Tower: gritos, risas y adrenalina asegurada.

Otra de las mayores atracciones del parque es la montaña rusa de Aerosmith, así que ni bien dejamos la torre del terror ya nos ponemos en la cola. Hay muchísima gente: una hora para entrar.

Mientras esperamos aprovechamos la Wi-Fi del parque y llamamos con el FaceTime a Pablín.
Hollywood Tower... ¡bajaaaaaaaa!
Pero la imagen que me devuelve el celular es inesperada... Veo a Juli en primer plano y por un momento quedo descolocada. Chiquita preciosa; tan cerca y a la vez tan lejos mío.

Parece que los tíos hicieron relevo a los abuelos y Juli está loca de la vida jugando con Rodri. Hablamos un ratito a la vez que les muestro los alrededores con la cámara y nos despedimos dejando besitos sobre una pantalla fría.

Dude looks like a lady!
La fila se mueve a dos por hora y decidimos probar suerte en la cola de Single Riders. Realmente no sé si hace la diferencia: esto está hasta las manos por donde se mire.

Eventualmente llegamos. Me toca compartir asiento con un muchacho que pisa los 40 y entusiasmado de habernos encontrado en la "fila de a uno" me empieza a dar charla.

La conversación es media básica: ¿es la primera vez que te subís a esta montaña? Vas a ver que es impresionante, etc, etc. No tengo mucho tiempo para sociales, así que antes que pueda contestar ya estoy diciendo mis típicos dichos de aliento y coraje en español antes de ser disparados de 0 a 100 en menos de 3 segundos.

Por algún motivo, el hecho de que yo sea de habla hispana le causa mucha gracia al yankee y no para de reírse cada vez que digo algo: seguro piensa que soy oriunda de alguna república bananera.

Casi me lo imagino contándoles la historia a sus hijos como en "How I met your mother" y diciendo al final... "No, esa tampoco es su madre".

La vuelta está alucinante. A la salida estoy en mi típico estado post-montaña rusa saltando y matándome de risa cuando mi compañero ve con decepción que tengo con quién chocar las manos y no es él. Tal vez es todo fruto de mi imaginación, pero las mujeres tenemos un sexto sentido para ciertas cosas.

Y así dejamos atrás a Steven Tyler y vamos siguiendo a una procesión de personas sin tener idea qué es lo que convoca a tantas almas en una misma dirección.

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