sábado, 9 de noviembre de 2013

Universal Studios (Primera Parte) – Orlando, Estados Unidos

El parque hace una hora y media que está abierto, y si bien no es tan grande, tampoco podemos darnos el lujo de demorar más: son las 11:30 y cierra a las 19.

Así que mientras vamos llegando a la entrada voy mitad caminando, mitad corriendo, y a decir verdad también voy dando saltitos cada tanto matándome de risa. Parezco loca o drogada, pero bueno... poco me importa lo que piensen de mi. Realmente ya empiezo a sentir un cosquilleo por el cuerpo: estoy ansiosa, no veo la hora de estar dando vueltas por el aire.

Vamos directo al grano... nada de precalentamiento: la Rip Ride Rockit nos espera.

Hay tan sólo 15 minutos de cola, así que antes de lo que podía llegar a imaginar ya estamos sentados y prontos para la mejor montaña rusa del parque.
Esta atracción es relativamente nueva, fue construida en el 2009, teniendo unas butacas de última generación. Cada persona puede seleccionar una canción para el recorrido entre una lista de géneros musicales variados, la cual se escucha a la perfección, sólo eclipsada por los gritos que no tardan mucho en aparecer.

El carrito comienza a moverse y ya empiezo a decir disparates... es mi respuesta natural a lo que se me está por venir. Parezco la capitana de algún equipo de fútbol dando apoyo a todo aquel que llegue a escucharme desde su asiento.

El momento de tensión inicial dura unos segundos mientras el carrito gira 90 grados y nos sube 50 metros mirando al cielo. Y como bien dicen... todo lo que sube tiene que bajar... ¡ahhhhhhhhhhh!

Allá voy al ritmo de Evanescense gritando con todas mis fuerzas mientras me río y puteo. No sé cómo lo logro pero también canto el estribillo a grito pelado "Wake me up insiiiiideee" y alterno frases del estilo "esto está alucinanteeeeee!!!", "esta montaña es la mejor del mundoooooo" y "la p#%a madreeeeeee!!!. Es un momento de éxtasis total... me sale adrenalina por las orejas.
Sube y baja
Twist and Shout!

Luego de acelerar, caer, subir, dar vueltas y retorcernos durante un par de minutos, llegamos a destino; tenemos una sonrisa pintada en la cara y los pelos todos revueltos.

Caminamos unos metros y ya estamos prontos para enfrentarnos a "La Momia". Es increíble como ambientan el lugar: parece tal cual que nos estuviéramos internando en algún templo egipcio.

Este juego es una montaña rusa indoor, y transcurre la mayor parte del tiempo en la oscuridad, lo cual está muy bueno, porque nunca se sabe si va a subir, bajar, o girar. El único tema es que es bastante cortita, y luego de haber experimentado la Rip Ride Rockit, parece un juego de niños. Eso no quita que vaya rapidísimo y que nos haga gritar y divertirnos mientras los efectos visuales y auditivos se combinan haciéndonos creer que se nos llena el carrito de escarabajos asesinos.
Seguimos recorriendo y llegamos a los dominios de Lord Farquaad para reírnos con las ocurrencias de Donkey y Shrek.

El juego se desarrolla en un teatro, donde cada butaca se mueve de acuerdo a lo que se va proyectando en pantalla, lo cual cobra vida a través de los lentes 3D.

La experiencia entonces es un 4D entretenido en el cual hasta nos salpican con agua de vez en cuando.
Shrek 4D
A esta altura ya tenemos un poco de hambre; en nuestro afán por recuperar el tiempo perdido por el vuelo, la ingesta de alimentos ha quedado en segundo plano.

Pero vemos que en el simulador de Los Simpsons hay poca cola, así que decidimos hacerlo antes de recuperar energías.

Este juego me hace pensar en lo difícil que es sorprender a las personas y mantenerlas entusiasmadas. Años atrás cuando me subí a esta atracción quedé literalmente boquiabierta. Nunca había experimentado algo así y consideraba que era lo "último" en simuladores.

A todo aquel que quisiera escuchar le relataba con lujo de detalles cómo una montaña rusa del parque de diversiones de Krosty, se descarrilaba de todas las maneras posibles mientras íbamos de acompañantes en el carrito junto a Homero y familia.

La pantalla gigantesca en forma de domo, los movimientos del carrito, los efectos utilizados, todo, absolutamente todo, hacía que fuera sumamente divertido y uno de mis juegos favoritos.

Los años pasaron, y lo que me generaba tanta emoción, pasó sin pena ni gloria en esta ocasión. Obviamente que sigue siendo entretenido, pero no generó aquello tan especial que había sentido en su momento. Ese afán por conocer cosas nuevas, esa curiosidad nata que tengo, no se vieron desafiadas y el final estaba escrito de alguna manera.

Es hora de almorzar, y ya que estamos en pleno Springfield no hay mejor lugar para hacerlo que en la Taberna de Moe. La ambientación es impresionante, parece que veo a Homero con Barney acodados en la barra con la birra.

En una de las paredes hay un cuadro el cual contiene a todos los personajes de la serie. Así que, mientras degustamos un par de hamburguesas con unas papas tipo aritos saturadas de grasas trans, nos divertimos viendo a Apu, Flanders, el director Skinner, el Señor Burns, el hombre abeja y tantos otros.

Ya con la panza llena seguimos en tren de paseo. No puede faltar la foto con el Hombre Duff y comprar algún souvenir de la tan famosa marca.
En la Taberna de Moe
Con Duffman
Vamos dejando a la familia bilirrubinica de lado y nos decidimos a encarar los 50 minutos de cola que hay para el simulador de Transformers. Este juego sí que promete. Ya no más ver el hangar en donde se encuentra impresiona; si a eso le sumamos que tenemos un Optimus Prime gigantesco mirándonos desde el techo, realmente nos hace sentir que la espera va a valer la pena.

Transformers - The Ride
El juego abrió sus puertas 5 meses atrás, así que es "nuevecito de paquete".

La cola transcurre bastante rápido: estamos entretenidos con la historia que nos van contando a través de unas pantallas de demasiadas pulgadas que abundan en el recorrido.

Nuestra misión es tripular un Transformer el cual está a minutos de enfrentar a los Decepticons. Así que de buenas a primeras nos vemos sumergidos en medio de peleas fabulosas entre seres metálicos que nos dejan alucinados.

El carrito se desplaza por diferentes escenarios, haciéndonos dudar qué es real y qué virtual, potenciado por lentes 3D y muchos efectos especiales.

La magnitud de todo es tal que realmente nos sentimos chiquitos y sumamente frágiles. Ver las luchas de Optimus contra Megatron es mind-blowing y pienso en lo afortunada que soy de vivir en esta era tecnológica (aunque seguramente en unos años no pueda entender qué es lo que me pareció tan fabuloso después de todo).

En el fragor de la batalla, y recién escapados de un misil dirigido a nosotros (del cual sentimos el calor en la cara a medida que se va acercando) pasa algo raro. El simulador se detiene y quedamos a medio camino entre una pantalla congelada y un cuarto oscuro. Estamos como en el limbo de Dante, ni en el cielo, ni en el infierno.

Nos sacamos los lentes 3D para ver un poco mejor donde estamos, y una voz estéril nos informa que hubo un problema técnico y que debemos permanecer sentados en el carrito.

Un par de minutos después el juego continúa, pero estamos como desfasados. Me sale la informática de adentro y pienso que el juego no hizo bien la retoma. Seguramente sea algo más complejo que mis procedimientos almacenados, pero lo que seguro sé es que algún ingeniero va a tener dolor de cabeza hasta que se percate que había que poner AND y no OR.

Obviamente que antes que podamos siquiera procesar lo que nos pasa, ya hay una muchacha entregando a cada uno de los afectados un ticket el cual puede ser utilizado en cualquier juego del parque para acceder al mismo sin tener que hacer cola.

Así que igual salimos contentos, disponiéndonos a utilizar nuestro pase libre de la mejor manera posible.

Y a partir de este momento: veo miniones por todos lados.

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