domingo, 10 de noviembre de 2013

Islands of Adventure (Primera Parte) – Orlando, Estados Unidos

El sueño profundo se ve interrumpido de golpe; una pregunta asalta mi cabeza... ¿Y si nos dormimos? Verifico la hora: faltan unos minutos para que suene el despertador y respiro tranquila. No puedo creer que voy a volver a The Wizarding World of Harry Potter y claramente ya estoy ansiosa al respecto.

Tomamos un desayuno medio simbólico y rápidamente estamos en la autopista. Técnicamente nos dirigimos exactamente al mismo estacionamiento del día anterior, pero la diferencia reside en que vamos a otro parque.

Cuando uno llega a Universal luego de dejar el auto y caminar por el City Walk, a la derecha está "Universal Studios" y a la izquierda "Islands of Adventure". Por tanto encaramos hacia la siniestra y nos metemos de lleno en uno de los mejores parques que conozco.
El objetivo está claro: primero Harry Potter, después todo lo demás. 

El parque es grande, así que llegar a Hogsmeade nos lleva un tiempito. Vamos caminando rápido y a veces trotando, cuando a lo lejos ya diviso el castillo de Hogwarts y se me estampa una sonrisa de oreja oreja en la cara.

Allí está todo tal cual en la película: el expreso de Hogwarts, la oficina postal llena de lechuzas, Las Tres Escobas, Dervish & Banges, Honeydukes, Olivanders, Zonkos y hasta barriles en donde te venden cerveza de mantequilla.

Es común ver pequeños (y no tan pequeños) corretear entre los negocios con sus capas y varitas imaginando que son "El niño que sobrevivió".

De momento no nos detenemos demasiado a pasear por el pueblo: hay media hora de cola para The forbidden journey.

Treinta minutos puede parecer bastante, pero no lo es cuando uno está dentro de Hogwarts. La mayoría del primer tramo la cola se desarrolla en el exterior, por tanto recorremos el invernadero de la profesora Sprout donde las mandrágoras crecen felizmente. Unos minutos después ya estamos dentro.

El castillo está ambientado a la perfección y parece que al final del corredor nos fuéramos a topar con Snape. Pasamos delante del despacho de Dumbledore y nos internamos en la clase de "Defensa contra las Artes Oscuras".

Podemos escuchar las voces del "trío dinámico", aunque no hay rastros de Harry, Ron y Hermione. Pero de pronto aparecen a unos metros de donde nos encontramos: estaban escondidos bajo la capa de invisibilidad. Los hologramas son sumamente reales, por lo que parece que estuvieran allí.
¡Felicidad en su estado más puro!
Expreso de Hogwarts
Honeydukes, Olivanders y Oficina Postal
Seguimos internándonos en el castillo y pasamos por una sala llena de cuadros. Pero no son cuadros cualquiera: sus protagonistas van y vienen, conversan entre ellos y con nosotros, ríen... hasta nos advierten de un dragón que anda suelto (culpa de Hagrid).

Ya llegamos, es nuestro turno. Subimos al carrito y estamos prontos para que la traga de la clase nos haga volar gracias a un "Wingardium Leviosa". Y a partir de este momento nos precipitamos en una aventura fabulosa, siguiendo a Harry y Ron en sus escobas.

Sobrevolamos el lago y el castillo, nos internamos en medio de un partido de quiddich y perseguimos a Draco Malfoy. También escapamos del dragón que los cuadros nos habían advertido que andaba suelto y hasta Harry nos salva de los dementores con su infalible "Expecto Patronum".

Todo esto se desarrolla alternando lo real con lo virtual logrando que realmente sea una experiencia inolvidable (tanto para los que se les eriza la piel solo con escuchar la banda sonora de la película, como para los que no conocen demasiado la historia de este chico de lentes redondos y cicatriz en la frente).

Estamos prontos para ir a buscar la mochila a los lockers cuando escuchamos que hay sólo 5 minutos en la cola de Single Riders. En la fila común ya hay 40 minutos de espera, por lo que ni lo pensamos y vamos por nuestra segunda vuelta, aunque tengamos que hacer el juego separados.

En realidad no hay cola en absoluto y llegamos en un par de minutos a donde salen los carritos. No podemos creer que las personas que están al lado hayan hecho media hora de cola y que nosotros estemos de nuevo allí. La suerte está de nuestro lado ya que para completar el carrito se necesitan 2 personas, así que nos mandan juntos.

¡Puro cuento!
Por todos lados se encuentran los típicos carteles advirtiendo que sí uno tiene problemas de presión, del corazón, facilidad para marearse, etc, etc, etc, no se debe subir a este juego.

Y tan errados no están, dado que el escaso desayuno que circula por mi sistema no está haciendo buenas yuntas con la Nimbus 2000 y me siento con ganas de vomitar.

Terminamos la vuelta y me siento un poco mareada. Pero al pasar por la entrada volvemos a escuchar que la fila de singles continúa en 5 minutos.

No viajamos hasta Orlando para perdernos oportunidades como esta, así que quien dice 2, dice 3.

Ahora sí, empachados, dejamos el juego y nos dirigimos hacia los Duelling Dragons. Los dragones son un par de montañas rusas invertidas que están sincronizadas. Una es de color rojo y representa al Chinese Fireball; la otra es celeste y es el Hungarian Horntail. El juego está ambientado en el campeonato de los tres magos, y la espera final se realiza en la carpa donde Harry aguardaba su turno para robarle el huevo al dragón que le había tocado en suerte.

Como estamos en baja temporada el dragón rojo está en mantenimiento, por lo cual el duelo de dragones no lo vamos a presenciar: en una parte del recorrido las montañas parecen que van a chocar y da la sensación que los pies de las personas van a quedar enganchados a los de la otra montaña rusa mientras los carritos dan una vuelta de 360 grados.

Ya ni nos molestamos en ir por la cola común: directamente vamos en la fila que nos dará ubicación en los asientos delanteros. Los asistentes dan el ok y nos saludan con un cordial Good luck champions!


¡Gerónimooooooooo!
Escuchamos el típico "cracracracracra" del carrito subiendo despacito por la rampa y ya empiezo a decir cualquier cosa.

Desde "¡Vamo' arriba la celeste!", pasando por "¡Estamos mal de la cabeza Nachín!" y culminando con un célebre "¡Gerónimoooooooooooo!" mientras la montaña se desploma a toda velocidad por una pendiente que me deja el estómago de caravana.

Entre los dos dragones, el celeste tiene el recorrido más violento, así que estoy loca de la vida que la montaña roja sea la que esté cerrada. Un par de minutos de adrenalina en su estado más puro y ya estamos saliendo a las carcajadas, felices de haber sobrevivido.

¡Esto hay que repetirlo! Pero primero, lo primero. Voy a vomitar al baño. Tres simuladores y una montaña en una hora y media no son para todo el mundo.

En realidad solamente hago arcadas... el tema es que no tengo nada en el estómago y necesito ingerir alimento.

ButterBeer!!!
Nos tranquilizamos un poco sentándonos en la estación de trenes, mientras comemos unas manzanas. Rápidamente el malestar pasa y aprovechamos para repetir la montaña. ¡Qué buena está! Si no fuera porque nos queda mucho parque por recorrer, me subiría de nuevo.

Es hora de retirarnos momentáneamente del mundo de Harry Potter. Pero como hace mucho calor, antes de abandonar Hogsmeade nos deleitamos con una buena cerveza de mantequilla.

Es un invento medio raro pero rico. Por momentos tiene sabor a café; por otros es como si estuviera tomando un helado escarchado.

Nos vamos alejando y decidiendo a donde ir, cuando nos topamos con un show de magia que está por comenzar, y entramos. Somos testigos de los infaltables trucos de cartas, de piolas que se reproducen ante nuestros ojos y demás. Pero el número que se lleva el galardón de oro es otro: el mago hace levitar cualquier objeto que le ofrezcamos. Estamos a un metro de distancia y no vemos hilos de ningún tipo... ¿Será algo magnético?

Cuando termina la actuación la salida se hace a través de una tienda, en la cual por unos dolarillos uno podría develar todos los misterios anteriormente vistos. Nos tienta comprar una billetera que al abrirla lanza una llamita de fuego: sería divertido usarla al pagar en el supermercado.

Este gadget ya lo conocía: Nico tenía una, y nunca me dijo de donde la había sacado. Lo que es peor, la abría y cerraba como si nada fuera de lo común estuviera ocurriendo, y cuando uno con cara de desconcierto le preguntaba si había salido fuego de su billetera te miraba con expresión de "¿De qué me estás hablando?". Un crack Nico.

Hacemos la parada obligada del almuerzo. Unos buenos fettucinis y una Caesar Salad cumplen con el objetivo: panza llena, pero no demasiado llena.

Y caminando tranquilos pero sin mayor detenimiento, vamos buscando nuestra siguiente atracción: tenemos una cita con Peter Parker.

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